A la salida de un cine allá por 2006, unos amigos y yo debimos disfrutar la película (Tránsito, que recomiendo) ya que en el paseo de vuelta casa nos pusimos a desentrañar los recovecos de la historia que acabábamos de ver. Aún curioso por escuchar más puntos de vista, busqué un poco en la red: así fue como, tras un par de clics, iniciaría mi andadura por el primer foro que consiguió que me sintiera parte de una pequeña comunidad.
En aquel lugar no solo sacié mi curiosidad cinéfila. Había un espacio para la literatura amateur: bajo la máscara de un avatar compartí unos pequeños versos. Personas que no me conocían de nada mostraron su opinión acerca de las letras que difundía y, poco a poco, me fui identificando con un pequeño grupo de personas con gustos similares. Dado que el foro tenía origen argentino y allí confluían diferentes nacionalidades, enriquecí mi vocabulario español con palabras de aquel contiente. Descubrí también el que es uno de mis grupos favoritos, Anathema, al que dedicaré un post próximamente.
Aquel sitio consiguió mucho más que un fan o un punto arriba en esa medida llamada vinculación (engagement) que represento en los informes que actualmente realizo. Solemos llamar comunidad al conjunto de usuarios que han hecho Me gusta a una página en Facebook o que han seguido a la cuenta de Twitter de una marca. En el caso de un buen foro, su significado va más allá.